Un muchacho común
que mientras yo escribía cosas
se sentó a mi costado
y me miraba escribir.
El cielo estaba azul
y los árboles con hojas,
algunos pasaban silbando
y él me miraba escribir.
El día traía luz,
las calles llevaban personas,
algunas ya bostezando
y él me miraba escribir.
Las aves migrando al sur,
los esposos a sus esposas,
la gente pasaba en autos
y él me miraba escribir.
Y pasó un ataúd
con mucha gente que aún llora
un cuerpo sin alma al lado
y él ¿me miraba escribir?
Le dije: ¿Quién eres tú?
Me dijo: llegó mi hora
y se fue a su ataúd en un salto
y nunca, más nunca me miró escribir.
0 comentarios:
Publicar un comentario